Wednesday, September 12, 2007

Pase lo que pase, los Pumas ya se ganaron todo el respeto

"Todavía no ganamos nada", dijo Manuel Contepomi apenas concretado
el histórico triunfo. No fue una pose ni una exageración. Minutos
antes, en el mismo campo de juego, el capitán Agustín Pichot había
arengado por una mesurada celebración. Si bien el 17-12 ante Francia
entrará en los libros de rugby, de nada servirá si este equipo no
consigue el objetivo que se fijó: clasificarse, por lo menos, a los
cuartos de final del Mundial. La victoria ante los locales lo pone
mucho más cerca de esa meta, pero aún faltan tres duelos más.


"No
hay que subirse al vagón triunfalista", pidió Marcelo Loffreda en
diálogo con los periodistas. Tiene razón. Los argentinos somos adictos
al éxito a la hora del deporte. Mucho más si se trata de una
competencia tan importante como ésta. Ya todos sabemos de rugby, ya nos
creemos en condiciones de discutir las decisiones del entrenador y ya
podemos calificar a los jugadores. En fin, sólo se trata de ponerle la
lupa futbolera a la ovalada para opinar con libertad, impunidad y
desconocimiento. Hoy, la Pumamanía está por todos lados. Somos
los mejores del mundo, que Namibia, Georgia e Irlanda desfilen y que
venga el Haka de los All Blacks.


Si los Pumas hubieran
perdido en el estreno (un resultado absolutamente lógico), Pichot
habría sido el figuretti que aparece en todos los comerciales, Felipe
el fracasado que no sabe patear a los palos y Loffreda el burro que no
se dio cuenta de que había que poner a Todeschini como apertura para
sumar puntos con el pie. Por supuesto, conceptos tan injustos como
exagerados. Sin embargo, en nombre de la "pasión argentina", tan
invocada en las publicidades vinculadas con el deporte, se acepta como
válido cualquier comentario. Si el equipo gana, se lo endiosa. Y si
pierde, se lo tritura. Sin debate ni reflexión posibles.


Los
Pumas estaban hartos de perder por poco ante las grandes potencias.
Peyorativamente llamado el CASI (casi ganan, casi hacen historia), este
grupo se mentalizó para romper ese molde. No reunían las mejores
condiciones para dar el salto de calidad. Son el único equipo fuerte
sin competencia anual importante. Inglaterra, Francia, Irlanda, Gales,
Escocia e ¡Italia! luchan por el Seis Naciones. Australia, Nueva
Zelanda y Sudáfrica se disputan la supremacía en el Hemisferio Sur en
el Tri Nations. ¿Y la Argentina? Nada, ahí abajo en el mapa. Mendigando
por un lugar en algún torneo. Por ahora, sin respuestas por parte de la
Internacional Rugby Board. Desde luego, mucho mejor sería participar
del certamen europeo, por razones de calendario y lugar de competencia
de los jugadores. Si el equipo progresa en el Mundial tendrá más
motivos para reclamar ese lugar que ya le corresponde por derecho
propio. Juan Fernández Lobbe fue contundente: "Es hora de que nos
tengan en cuenta. Ya no somos el c... del mundo".


No es
ésta la única adversidad contra la que este grupo ha luchado. El sorteo
del Mundial lo puso, otra vez, en la zona más difícil. Como en 2003, la
Argentina comparte la zona con el país organizador Francia (Australia
hace cuatro años) y con Irlanda. Tres de los mejores seis seleccionados
del mundo, según el último ranking de la IRB, están en el mismo grupo.
Un despropósito. El formato del torneo obliga a una brusca depuración:
de 20 que arrancan, sólo siguen 8. Despareja, la competencia ofrece en
la primera etapa algunos duelos tan competitivos como apasionantes y
muchas palizas como la de Australia a Japón. Los Pumas vienen a alterar
el viejo régimen y los conservadores no quieren cambios. Por eso, nada
mejor que poner al local y a Irlanda como dique de contención del
atrevido equipo sudamericano. Hasta ahora, las cosas no han funcionado
de acuerdo con ese plan. Pero todavía falta mucho. Tiene razón este
grupo: aún no ha cumplido el objetivo.


El año pasado, estos
mismos jugadores, representados por Agustín Pichot, Felipe Contepomi,
Gonzalo Longo, Mario Ledesma, Martín Durand e Ignacio Fernández Lobbe,
decidieron plantarse ante la cúpula de la Unión Argentina de Rugby. A
través de cartas difundidas por los medios, defendieron derechos que
los dirigentes (el presidente Alejandro Risler y el secretario Raúl
Sanz) no querían respetar. Reclamaban un plan global para estar a la
altura de un acontecimiento como el Mundial. Para lograrlo, pedían
preparación técnica y física adecuada para los rugbiers nacionales, la
continuidad del sistema de viáticos, un seguimiento físico de aquellos
que compiten en el exterior y una serie de concentraciones hasta el
inicio de la Copa del Mundo. Fueron 53 los jugadores que renunciaron al
seleccionado en mayo de 2006: "Queríamos tener un poco más de apoyo
para poder entrar en una cancha durante 80 minutos. Lo económico nunca
fue un problema, luchamos por una organización prolija, sin meternos en
ningún trasfondo político".


En noviembre, antes de un test
match ante Italia, la UAR pretendió imponer a Patricio Noriega como
asistente de Loffreda, sin avisarle al head coach. "Si se va el Tano,
nos vamos detrás de él. Es un mensaje de guerra de los dirigentes", fue
la unánime respuesta de los jugadores. Los mismos hombres de traje y
corbata celebraron el espectacular triunfo ante Francia como si nada
hubiera ocurrido. Pero los Pumas recuerdan cada obstáculo que la propia
dirigencia puso en el camino. La exigente concentración en Pensacola,
durante la primera quincena de julio, fue otra victoria de los
jugadores. Sin embargo, las lesiones posteriores ya en la última etapa
de la preparación alteraron la armonía. El golpe al corazón de Martín
Gaitán representó la más dura noticia que el equipo debió enfrentar en
el rubro deserciones. A modo de tributo, Pichot hizo el calentamiento
previo con una remera negra con la inscripción "Blackie" en su espalda.


Con toda esta historia, llena de adversidades, los Pumas
salieron a jugar ante Francia en el estreno. Loffreda estudió y
planificó el partido con la obsesión de los buenos entrenadores:
achicar el margen de azar. Los jugadores escucharon la combinación
ideal del Himno (introducción instrumental + estrofa final con el "o
juremos con gloria morir") y salieron a tacklear cuanto francés
apareciera en su camino. Este equipo hace de la defensa un culto y un
arte. El que no tacklea, no juega. La figura fueron todos. El todo fue
mucho más que la suma de las partes. Felipe silenció a aquellos que lo
silbaron en 2002 ante los Wallabies y metió los penales importantes.
Agulla fue pícaro, Manuel inteligente y Corleto supersónico en el único
try del partido. En el primer tiempo, presionaron para hacer la
diferencia. Y en el segundo, defendieron para conservarla.


En
un país donde casi nadie sabe perder, supieron ganar dentro y fuera de
la cancha. Dieron el ejemplo: nada de euforia. No es momento. "Aún no
ganamos nada", siguen diciendo ellos. No es tan así. Pase lo que pase,
los Pumas ya ganaron respeto.

Autor: Juan Pablo Varsky (lanacion.com.ar)

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